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jueves, 2 de enero de 2014



Tomás (1459-1480) y Francisco (1480-1496). Padre e hijo, pintores de retablos, con taller en Zaragoza durante la segunda mitad del siglo XV.

Tomás, «pintor de historias» y artista al servicio del príncipe don Fernando el Católico desde 1473, aparece por vez primera en los documentos en noviembre de 1459 como pintor del altar mayor de La Seo de Zaragoza. Pero ya con anterioridad había realizado un retablo para la capilla de San Vicente del mismo templo, por encargo de don Dalmacio de Mur (1431-1456), del que se conservan algunas tablas, la titular en el Museo del Prado (n.° 1334) y las laterales de San Martín y Santa Tecla, San Valero y San Lorenzo, en el palacio arzobispal cesaraugustano. De 1466 es el retablo de la Virgen de la Corona en Erla, único que se ha conservado completo hoy en la parroquia de la misma villa, y el retablo de la iglesia de Magallón, cuya tabla central, con San Lorenzo mártir, se guarda en la sacristía del templo. En 1467 el pintor acepta realizar el retablo de San Pedro apóstol para El Burgo de Ebro, del que nos ha llegado su diseño autógrafo, hoy en el A.H.P.N. de Zaragoza.

Tomás Giner desempeña su labor en Zaragoza capital y provincia en unas fechas que cabe situar entre 1450 y 1480, año éste de su fallecimiento. Durante este tiempo abundan los datos que permiten trazar su biografía: sabemos de sus relaciones con otros compañeros de oficio como Arnault de Castellnou, su colaborador en los retablos de Erla y Magallón; con Nicolás Zahortiga, con el que contrata un retablo dedicado a San Bartolomé en 1467; con Felipe Romeu, que le ayuda en la pintura del órgano de La Seo de Zaragoza en 1474; y con Jaime Lana Buscar, que entra como aprendiz en su taller en 1478 y que a su muerte casará con su viuda, Isabel González.

A través de las obras que conocemos se advierte cómo Tomás Giner sigue unas directrices naturalistas de clara influencia huguetiana; su pintura es de una calidad muy superior a la de Martín de Soria y a la de los restantes seguidores de Jaime Huguet en la Corona de Aragón. Frente a lo que sucede con otros maestros de la escuela aragonesa cuatrocentista, sus obras ganan al ser vistas de cerca, pues es entonces cuando cabe apreciar la corrección del dibujo y la delicadeza de los colores.

De Francisco Giner, «pintor de retablos», cuya documentación es escasa, se conserva un Calvario que coronaba el retablo de San Hipólito en Santa María de Altabás de Zaragoza, contratado en colaboración con Jaime Lana en 1484; obra en la que mantiene las constantes naturalistas de su progenitor sin llegar a alcanzar su calidad pictórica.


1 comentarios:

Visi dijo...

Guardaré este artículo pues sabía muy poco del autor de NUESTRO retablo.

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